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La embalsamadora del amor

  • Foto del escritor: Paquita C.Coronado
    Paquita C.Coronado
  • 20 mar 2022
  • 3 Min. de lectura

Carolina Coronado siempre fue una mujer llena de excentricidades. Una de las singularidades que la caracterizaban era su conexión con la muerte y el más allá. La escritora fue enterrada cuatro veces a lo largo de su vida porque sufría catalepsia. Las personas que son diagnosticadas con este fallo del sistema nervioso pierden de manera momentánea la movilidad y sensibilidad del cuerpo. Esta enfermedad hace que parezca que has muerto, sin embargo, sigues vivo. Eso mismo le pasó a Carolina, ella estaba viva, pero la mataron cuatro veces. La primera vez, fue en 1844, justo después de publicar su primer libro, Poesías, cuando los medios nacionales difundieron que había fallecido. Tal fue el impacto de esa noticia que amigos poetas suyos como Ramón Campoamor le dedicaron varias elegías. Carolina al enterrarse de la noticia de su muerte, escribió Dos muertes en una vida.

Con esta enfermedad se entiende la obsesión que tenía con la muerte. Ella temía que le volviera a pasar, o peor aún, que le pasara a su familia. Desgraciadamente, sus hijos fallecieron. Eso solo empeoró su enfermedad y su ofuscación con la muerte. Cuando su primer hijo falleció, Carolina y su marido, Horacio Perry, no le enterraron. La escritora era incapaz de aceptar la muerte de su hijo, por eso, le emparedaron en la catedral de la Almudena, en Madrid, para que ella pudiese ir a verlo cuando quisiese.

Cuando su marido y su hija Carolina fallecieron, decidió embalsamarlos. Carolina no supo aceptar las muertes de sus seres queridos y para ella la mejor solución fue esa. Lo hizo por dos razones: por si seguían vivos, ya que no quería que las personas a las que amaba sufriesen lo que es morir sin haber muerto, como tantas veces le había pasado a ella y para seguir viéndolos, aunque estuviesen muertos. Ella llegó a convivir con el cuerpo embalsado de su marido y empezó a referirse a él en sus poemas como “el silencioso” o “el hombre de arriba”. Aquí se pueden observar dos fotografías que Carolina se hizo con los cuerpos de su marido e hija embalsamados:





Se podría llegar a pensar que Carolina perdió la cabeza cuando falleció su familia. Sin embargo, hay que tener en cuenta que esta práctica antes era muy común realizarla a todo el mundo. Actualmente, en España el embalsamiento solo es obligatorio en tres casos: si la inhumación no se ha podido ejecutar 72 horas desde el fallecimiento; en traslados del cadáver al extranjero, y en traslados por vía marítima o aérea.

Carolina no tenía únicamente relación con la muerte, también con el más allá. En 1986, Isabel María Pérez González publicó una biografía sobre ella que relata como la autora decía que el espíritu de su padre se le presentaba y hablaba con ella. Isabel no fue la única persona que la escuchó decir eso. El embajador norteamericano, Carl Schurz, asegura que un día vio correr a Carolina por su casa porque aseguraba haber visto y sentido el espíritu de su padre cuando entró a la habitación de sus hijas.

Para empeorar el dolor de Carolina cuando su hija enfermó, además pudo predecir cuándo iba a morir. Cuando su marido tuvo que ir a Londres por trabajo, su mujer y sus dos hijas enfermaron de sarampión. Carolina y la hija menor, Matilde, empezaron a recuperarse gracias a los médicos, sin embargo, la otra hija, Carolina, empeoró. Aunque los médicos le restaron importancia, la madre, pudo predecir la exactitud de su muerte. Ella dijo que iba a morir en media hora y así hizo. Pudo ser coincidencia, predecir algo y que ocurriese, pero se puede llegar a decir que la muerte estaba tan ofuscada con Carolina como la escritora con ella.

Sin duda, la vida de Carolina siempre fue dura y llena de obstáculos. El gran dolor que Carolina sufrió a lo largo de su vida acabó el día que ella falleció, el 15 de enero de 1911 y al fin pudo despreocuparse de ser enterrada con vida.

 
 
 

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